jueves, 28 de febrero de 2013

Un modelo formativo IV

     En una tercera capa estarían los jóvenes cofrades. Aquí también hay un enorme trabajo a desarrollar. No vale tampoco con ingresarlos directamente en cursos de confirmación, la realidad es que la formación religiosa está desapareciendo de las escuelas y el desconocimiento de los puntos fundamentales es abrumador. Es constatable además que a los jóvenes les preocupan los aspectos externos más que los internos en sintonía con la forma de entender la vida de la juventud actual, donde afloran los sentimientos y hay una extraordinaria percepción al color, la luz, los sonidos, etc. Hay que empezar por conocer a la juventud actual y sus valores tanto positivos como negativos. Y siempre desde el acompañamiento, “a menudo hablamos de preocuparnos “por” los jóvenes cuando deberíamos preocuparnos “con” los jóvenes”.

    Es una realidad que incluso se ha puesto de manifiesto en las conclusiones del pasado sínodo diocesano, indicándose que los jóvenes tras confirmarse desaparecen de las parroquias. Además, el no darles otra salida excluiría a los jóvenes ya confirmados. Hay que tener en cuenta que hasta los 25 años se pueden considerar jóvenes. La confirmación debe ser nuestro fin, pero no una imposición. 

    Se hace necesaria una pastoral para el joven cofrade en la que se integren los elementos principales de la vivencia cofrade para ir muy suavemente añadiendo detalles más profundos, así preguntas como ¿quiénes somos?, ¿dónde estamos? ó ¿hacia dónde vamos?, cobran especial interés. Hay que recordar que hay que realizar un acercamiento a sus realidades. Así la catequesis de confirmación debe ser una consecuencia de todo esto. Para todo lo referenciado se hace necesario formar cofrades en las particularidades catequéticas, de acompañamiento y de animación de los jóvenes, lo que serían los “animadores de pastoral juvenil” tan acertadamente propuestos en la constitución sinodal “la evangelización de los jóvenes” y llegar a formular al menos una guía de lo que debe ser esta formación. En el caso de jóvenes tienen más validez convivencias, mesas redondas, charlas informales, cursos específicos, labores de acompañamiento, etc. que temarios cerrados.

    Por supuesto, dentro de esta categoría podríamos hablar también de los niños. Las cofradías deben ser conscientes de que probablemente este acercamiento a la juventud lo debemos hacer también cuando aun son niños, dándonos a conocer y haciéndoles sentirse como en su casa. Hemos de llevar también la labor evangelizadora y cofrade a los más pequeños ahora que muchos de ellos no conocen apenas nada acerca de Dios. Al final, todo debe converger de nuevo a los planes de pastoral de la diócesis, pero con cuidado, la formación debe ser siempre voluntaria, que si se sabe hacer se convierte en algo natural pero que si se obliga se diluye en nuestras manos.

Francisco Espinosa de los Monteros

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